Este blog les pertenece a mis hijos. Lo creo por y para ellos. Cuento con su involuntaria participación, que me brindan cada día con su magia, espontaneidad, ilusión y alegría. Aquí van a encontrar los cuentos, leyendas, rimas, canciones y demases, que leemos y cantamos en esta casa desde hace 7 años.


"Y creceré otra vez junto con ellos..." -Mel-



lunes, 31 de octubre de 2011

Cómo nos gustaría vivir acá!!!! - Mel

Qué placer me da ver cómo mi hijo busca estas cosas en Youtube o se las busca a su hermanita para que ella las conozca. Que a ellos les guste Ma. Elena Walsh, me hace creer que vamos por buen camino, aunque estemos en el Reino del Revés!!!!
El Reino del Revés - María Elena Walsh

Me dijeron que en el reino del revés
nada el pajaro y vuela el pez.
Que los gatos no hacen miau y dicen yes
porque estudian mucho inglés.

[Estribillo]
Vamos a ver como es el reino del revés
vamos a ver como es el reino del revés

Me dijeron que en el reino del revés
nadie baila con los pies.
Que un ladrón es vigilante y otro es juez
y que dos y dos son tres.
[Estribillo]

Me dijeron que en el reino del revés
cabe un oso en una nuez.
[Más Letras en
http://es.mp3lyrics.org/7Dv2]
Que usan barbas y bigotes los bebés
y que un año dura un mes.
[Estribillo]

Me dijeron que en el reino del revés
hay un perro pequinés
que se cae para arriba y una vez
no pudo bajar después.
[Estribillo]

Me dijeron que en el reino del revés
un señor llamado Andrés
tiene 1.530 chimpancés
que si miras no los ves.
[Estribillo]

Me dijeron que en el reino del revés
una araña y un ciempiés
van montados al palacio del marqués
en caballos de ajedrez.
[Estribillo]

martes, 30 de agosto de 2011

Cuentos de la Selva por Libertablas - Mel

Una vez más fuimos a ver a este "grupazo" de teatro de títeres. La adaptación de la obra de Quiroga es hermosa, colorida y entretenida. Acompañada, como siempre, de mucho humor y una bella música. Una vez más, el espectador se olvida de los titiriteros para meterse de lleno en la historia y en cada personaje. Los más chicos quedan alucinados ante el color y la alegría. Los más grandes nos quedamos con más ganas de ver más historias. Todos amamos a esa "tortugota" gigante que transporta a Quiroga a la ciudad en busca de medicamentos y a nosotros al mágico y extraño mundo de la selva. Así, nos vamos enterando, a través de la obra, de por qué los flamencos tienen sus patas coloradas, hacemos fuerza junto con las rayas, al grito de  "NI NUNCA"
y hasta nos da "miedito" la tremenda anaconda que nos presenta el fantástico teatro negro. Súper recomendable para toda la familia, en el teatro SHA.

sábado, 6 de agosto de 2011

Don Fresquete - Ma. Elena Walsh

Había una vez un señor todo de nieve. Se llamaba Don Fresquete.
¿Este señor blanco había caído de la luna? –No.
¿Se había escapado de una heladería? –No, no, no.
Simplemente, lo habían fabricado los chicos, durante toda la tarde, poniendo bolita de nieve sobre bolita de nieve.
A las pocas horas, el montón de nieve se había convertido en Don Fresquete.
Y los chicos lo festejaron, bailando a su alrededor. Como hacían mucho escándalo, una abuela se asomó a la puerta para ver qué pasaba.
Y los chicos estaban cantando una canción que decía así:  “Se ha marchado Don Fresquete a volar en barrilete.”
 
Como todo el mundo sabe, los señores de nieve suelen quedarse quietitos en su lugar.
Como no tienen piernas, no saben caminar ni correr. Pero parece que Don Fresquete resultó ser un señor de nieve muy distinto.
Muy sinvergüenza, sí señor.
A la mañana siguiente, cuando los chicos se levantaron, corrieron a la ventana para decirle buenos días, pero...
¡Don Fresquete había desaparecido!
En el suelo, escrito con un dedo sobre la nieve, había un mensaje que decía: “Se ha marchado Don Fresquete a volar en barrilete.”

Los chicos miraron hacia arriba y alcanzaron a ver, allá muy lejos, a Don Fresquete que volaba tan campante, prendido de la cola de un barrilete.
De repente parecía un ángel y de repente parecía una nube gorda.
¡Buen viaje, Don Fresquete!

miércoles, 27 de julio de 2011

La magia de Libertablas - Mel

Es verdad que el oficio más noble es el de titiritero. Quedarse atrás -en un segundo plano, en las sombras- para darle vida y protagonismo absoluto a un muñeco es el acto de bondad y humildad más grande, al menos, en el teatro. Fuimos a ver Pinocho, uno de los espectáculos de Libertablas. Mi hijo mayor ya me había hablado de esta compañía de titiriteros ambulantes, porque había visto Leyenda. Asentados en el Teatro Sha, son varias las obras que representan. Aquí les dejo sólo una muestra, donde podemos escuchar una de las dulces canciones que allí se interpretan. La cálida voz del hada madrina, la gracia de Gepetto, el asombro que causa ver cómo un pedazo de madera cobra vida en Pinocho, la ternura e inocencia de este muñecote, los títeres, el final espectacular con un poco de teatro negro y mucho de imaginación. Verdaderamente una hermosa adaptación que encanta a los chicos -y a los grandes- desde el mismo momento en que se abre el telón.

Para saber y ver más: www.libertablas.com.ar

miércoles, 20 de julio de 2011

Cierra los ojos y recuerda que yo soy tu amigo fiel....- Mel

En este día del Amigo, una de las canciones más lindas, que más les gusta a los peques de este hogar. Banda de sonido además, de una de sus pelis favoritas, que refleja el valor de la amistad.

lunes, 18 de julio de 2011

Haloween todo el año - Mel

Sin dudas, el cine es uno de los placeres de los chicos. A medida que van creciendo, y cada vez más podemos compartir películas con los niños que nos rodean. El Extraño Mundo de Jack es una de las favoritas en nuestra casa.



miércoles, 13 de julio de 2011

Escubidú, bidú, bidú bidú bidú...

Uno de las canciones más divertidas de Luis Pescetti. De esas que se pegan y uno termina cantando todo el día. 

martes, 12 de julio de 2011

Leyenda de la Yerba Mate (Leyenda Paraguaya.)

¿Por dónde podré bajar?, se preguntaba la solitaria luna paseándose por el cielo. El inmenso espacio azul le parecía una jaula y su único amigo era el aire. Lo envidiaba por su libertad para desplazarse de un lado a otro jugueteando con las nubes. Su mayor anhelo era pisar esa verde alfombra de las praderas que veía desde arriba, y dejarse resbalar por las colinas que descendían hasta un profundo y misterioso manchón azul.
-Quiero conocer ese otro cielo que tienen abajo -le contó al aire.
No es el cielo, mi amiga -silbó él-, es el mar.
Se acrecentaron sus deseos y en un ataque de mal genio gritó:
-¡Quiero bajar! ¡Quiero bajar!
Una estrella peleadora le dijo:
-¿Para qué formas berrinche? Eres centinela de la noche y no puedes dejar tu puesto.
Al verla llorar lágrimas de plata, las nubes se pusieron de acuerdo. Ellas la comprendían, porque en sus viajes siempre admiraron la tierra.
–Te vamos a ayudar para que no se note tu ausencia -le dijeron-. Cada una de nosotras colgará sutiles gasas de neblina y entre todas formaremos un telón, que dejará la noche más oscura que boca de lobo.
-¿Qué es eso? -preguntó ingenuamente la luna.
El arco iris prestó su escala de siete colores, y la luna, con una capa negra, un aderezo de tules y una coronita de estrellas, como una reina, bajó orgullosa. La tierra le abría al fin sus brazos amorosos, sus lagos y sus abanicos de palmera. La primera sensación que experimentó fue la de volar, de ser libre como un pájaro, hasta que sus pies tocaron unas agrestes colinas cubiertas de vegetación, entre las que cantaba el río Paraná. Se volvió niña, fascinada por las flores y los perfumes. Al mirarse en las aguas, su cara redonda le pareció demasiado pálida entre los coloreados frutos. Hubiera querido ponerse trenzas y parecer una campesina.
-¿Dónde habrá niños? – se preguntaba, sin saber que era este un lugar tropical y muy desierto.
-Ven a nadar – la invitó el río con un murmullo de cascadas.
No se hizo de rogar la traviesa luna. Se despojó de su paca y tules y de su coronita de estrellas para sumergirse en las rumorosas aguas que se llenaron de reflejos. En el oleaje aparecía y desaparecía, cual un barco redondo y blanco, y era ella la que miraba el cielo, un tanto oscuro sin su presencia.
“Ahora -pensaba- que he probado los frutos y conozco eso verde que es el pasto, los helechos y el agua; ahora que he aquietado este deseo de tierra, podré volver a mi sitio y ser para siempre una luz lejana, que alumbre los caminos del mundo y las ventanas de sus casas. Pero, ¡qué bueno fue mirar desde abajo!”
Ni se acordaba del cielo y lo encontró lindo.
Con su falta de experiencia olvidóse del jaguar, el temible animal de la selva que en las noches busca siempre alguna víctima para calmar su feroz apetito. Agazapado entre los juncos, vio a la luna, le pareció una gran tortilla de maíz, un tanto cruda tal vez. Cuando quiso abalanzarse a devorarla, el cuchillo de un diestro cazador terminó con su hambre y con su vida. Este hombre con su mujer e hija eran los únicos habitantes de la enmarañada selva; había construido una choza en un claro y hacía tiempo que andaba en busca de liquidar al jaguar que robaba sus animales domésticos.
-No temas, criatura -le dijo a la luna, que tiritaba de susto, sin saber aún de quien era esa redonda cara pálida-. Yo te llevaré a mi choza, en donde mi familia te atenderá.
Generoso, como buen campesino, le cocinó la última tortilla de maíz que quedaba; pasarían muchos meses antes de la próxima cosecha. La luna, envuelta en una gran sábana, se sintió feliz y humana entre gente tan amable, hasta que oyó decir a la mujer de su salvador:
-¿Qué vamos a comer mañana? Se acabó el maíz.
Con un poco de pena se puso su capa de reina, sus gasas y su coronita maltrecha. Se decidió a partir para volver a tomar su puesto en el firmamento y de paso agradecer su ayuda a las nubes. Nadie se había percatado de su ausencia ni de su viaje a la tierra y el arco iris se afanaba guardando su escala. La luna pensó: “¿qué puedo regalarle a esos campesinos que tan amablemente me acogieron? Algo que los ayude a vivir momentos felices, a olvidarse de la soledad y que los reponga de los duros trabajos que realizan”. Entonces, muy emocionada, dejó caer sus lágrimas de plata que, iluminando la choza de luz y reflejos, regaron los campos.
Cuando al amanecer el buen hombre salió de la casa, arbustos desconocidos habían brotado por doquier. Entre el verde oscuro de las hojas asomaban blancas florcillas. La mujer, de pura hambre, preparó una infusión con esta yerba nueva y al beberla se sintieron todos mucho mejor y con ánimo.
El arbusto cundió como maleza por todas partes, y el país se hizo famoso y rico por su yerba mate. Se dice que la hija del campesino fue la depositaria de este regalo, que jamás murió y que va por todas partes repartiendo este don de la luna.

sábado, 9 de julio de 2011

Un grande, que también escribió para los chicos.

Esta linda historia se las mostré a mis hijos el día que Saramago falleció. No sé por qué no la había hecho antes... esas cosas raras que hacemos los adultos. Son de esas historias que fueron hechas para sentarse a ver y escuchar, con lo hijos a upa.  
La Flor más grande del Mundo. José Saramago

jueves, 7 de julio de 2011

Que estén los de la Luna y los de Marte....

Hace unos días atrás, mi hijo mayor vino cantando esta hermosa canción. Estaba asombrado de que la conociera, y yo, de recordarla casi toda. Disfrútenla!!!!

martes, 5 de julio de 2011

Cuando podemos ser brujas o hadas...

Ay si me hubieran pagado $1 cada vez que he cantado esta canción en los últimos 7 años...
Ay si este conjuro funcionara... ¿Y si realmente funciona?... Abracadabra, pata de cabara, pupunch, pupunch, pupu pupu pupunch!!!! Debe funcionar. Hemos convertido varias cosas molestas en calabaza, más de una vez en esta casa.
Tanta magia me dan mis hijos, tanta magia me permiten hacer, que un día hasta me animé a escribir un cuento de hadas. Verdad es que fue a pedido de maestras jardineras insaciables de creatividad familiar. Pero entonces, invoqué el conjuro de Tapita y esto quedó: 


El Hada de los Sueños
muy, muy, pero muy lindos….

Había una vez, en un país muy, muy, pero muy lejano; hace mucho, mucho, pero mucho tiempo;  unos nenes y unas nenas hicieron una reunión de niños. Se juntaron todos para contar que ya no querían dormir en sus camas porque se aburrían y todos querían dormir en la cama con sus papás, porque era más divertido. Así, a partir de ese día, todos los nenes y nenas del País muy, muy, pero muy lejano, empezaron a dormir solamente en la cama de los papás.
                                            
Los papás, muy, muy, pero muy preocupados, no sabían qué hacer. Hablaron con los chicos, pero ellos no querían volver a dormir en sus camas. Y así pasaron los días y todos estaban muy, muy, pero muy cansados, chicos y papás, porque dormían todos apretados y no descansaban bien. Los papás se quedaban dormidos en el trabajo. Los chicos se dormían en el jardín, cuando las seños les contaban cuentos…..

Entonces, un día, llegó el Hada Madrina del País muy, muy, pero muy Lejano, asustada de que todos se quedaban dormidos por ahí. Les preguntó a los papás qué pasaba y ellos le dijeron: -Hada Madrina, los niños no quieren dormir en sus camas!!!!  Luego les preguntó a los chicos y ellos le contaron: -no queremos dormir en nuestras camas, porque nos aburrimos mucho.

Entonces, el Hada Madrina pensó y pensó y pensó mucho, pero muuuuuucho… hasta que se le ocurrió una idea.
                                                            
Juntó a todos, papás, mamás, nenes y nenas, en la Plaza Principal del País muy, muy, pero muy Lejano y les dijo: -a partir de esta noche todos los chicos que duerman en sus camas ya no se van a aburrir. Cuando estén todos dormidos, en sus camas, yo, el Hada Madrina, voy a contarles un cuento muy, muy, pero muy despacito, a cada uno, en las orejitas. Esos cuentitos, se van a llamar sueños y van a ser muy, muy, pero muy lindos y divertidos. Así, nunca más se van a aburrir cuando duerman en sus camas.

Y entonces, a partir de esa misma noche, todos los chicos del País muy, muy, pero muy lejano durmieron en sus camas, sin papá y sin mamá y nunca más se aburrieron, porque el Hada Madrina, cada noche los hacía soñar sueños muy, muy, pero muuuuuuy lindos!!   

Hipnotizados por María Elena...

Mis hijos escuchan desde pequeños este hermoso cuento de María Elena Walsh. Aquí se los dejo. Lamento no haber encontrado el audio, porque ejerce en ellos un poder casi hipnótico y se quedan quietitos "como una galleta"

 

Historia de una Princesa, su papá y el Príncipe Kinoto Fukasuka (Ma. Elena Walsh)

Esta es la historia de una princesa, su papá, una mariposa y el Príncipe Kinoto Fukasuka.
Sukimuki era una princesa japonesa. Vivía en la ciudad de Siu Kiu, hace como dos mil años, tres meses y media hora.
En esa época, las princesas todo lo que tenían que hacer era quedarse quietitas. Nada de ayudarle a la mamá a secar los platos. Nada de hacer mandados. Nada de bailar con abanico. Nada de tomar naranjada con pajita. Ni siquiera ir a la escuela. Ni siquiera sonarse la nariz. Ni siquiera pelar una ciruela. Ni siquiera cazar una lombriz. Nada, nada, nada. Todo lo hacían los sirvientes del palacio: vestirla, peinarla, estornudar por... –atchís–, por ella, abanicarla, pelarle las ciruelas. ¡Cómo se aburría la pobre Sukimuki!
Una tarde estaba, como siempre, sentada en el jardín papando moscas, cuando apareció una enorme Mariposa de todos colores. Y la Mariposa revoloteaba, y la pobre Sukimuki la miraba de reojo porque no le estaba permitido mover la cabeza.
–¡Qué linda mariposapa! –murmuró al fin Sukimuki, en correcto japonés.
Y la Mariposa contestó, también en correctísimo japonés:
–¡Qué linda Princesa! ¡Cómo me gustaría jugar a la mancha con usted, Princesa!
–Nopo puepedopo –le contestó la Princesa en japonés.
–¡Cómo me gustaría a jugar a escondidas, entonces!
–Nopo puepedopo –volvió a responder la Princesa haciendo pucheros.
–¡Cómo me gustaría bailar con usted, Princesa! –insistió la Mariposa.
–Eso tampococo puepedopo –contestó la pobre Princesa.
Y la Mariposa, ya un poco impaciente, le preguntó:
–¿Por qué usted no puede hacer nada?
–Porque mi papá, el Emperador, dice que si una Princesa no se queda quieta, quieta, quieta como una galleta, en el imperio habrá una pataleta.
–¿Y eso por qué? –preguntó la Mariposa.
–Porque sípi –contestó la Princesa–, porque las Princesas del Japonpón debemos estar quietitas sin hacer nada. Si no, no seríamos Princesas. Seríamos mucamas, colegialas, bailarinas o dentistas, ¿entiendes?
–Entiendo –dijo la Mariposa–, pero escápese un ratito y juguemos. He venido volando de muy lejos nada más que para jugar con usted. En mi isla, todo el mundo me hablaba de su belleza.
A la Princesa le gustó la idea y decidió, por una vez, desobedecer a su papá.
Salió a correr y bailar por el jardín con la Mariposa.
En eso se asomó el Emperador al balcón y al no ver a su hija armó un escándalo de mil demonios.
–¡Dónde está la Princesa! –chilló.
Y llegaron todos sus sirvientes, sus soldados, sus vigilantes, sus cocineros, sus lustrabotas y sus tías para ver qué le pasaba.
–¡Vayan todos a buscar a la Princesa! –rugió el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago.
Y allá salieron todos corriendo y el Emperador se quedó solo en el salón.
–¡Dónde estará la Princesa! –repitió.
Y oyó una voz que respondía a sus espaldas:
–La Princesa está de jarana donde se le da la gana.
El Emperador se dio vuelta furioso y no vio a nadie. Miró un poquito mejor, y no vio a nadie. Se puso tres pares de anteojos y, entonces sí, vio a alguien. Vio a una mariposota sentada en su propio trono.
–¿Quién eres? –rugió el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago.
Y agarró un matamoscas, dispuesto a aplastar a la insolente Mariposa.
Pero no pudo.
¿Por qué?
Porque la Mariposa tuvo la ocurrencia de transformarse inmediatamente en un Príncipe. Un Príncipe buen mozo, simpático, inteligente, gordito, estudioso, valiente y con bigotito.
El Emperador casi se desmaya de rabia y de susto.
–¿Qué quieres? –le preguntó al Príncipe con voz de trueno y ojos de relámpago.
–Casarme con la Princesa –dijo el Príncipe valientemente.
–¿Pero de dónde diablos has salido con esas pretensiones?
–Me metí en tu jardín en forma de mariposa –dijo el Príncipe– y la Princesa jugó y bailó conmigo. Fue feliz por primera vez en su vida y ahora nos queremos casar.
–¡No lo permitiré! –rugió el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago.
–Si no lo permites, te declaro la guerra –dijo el Príncipe sacando la espada.
–¡Servidores, vigilantes, tías! –llamó el Emperador.
Y todos entraron corriendo, pero al ver al Príncipe empuñando la espada se pegaron un susto terrible.
A todo esto, la Princesa Sukimuki espiaba por la ventana.
–¡Echen a este Príncipe insolente de mi palacio! –ordenó el Emperador con voz de trueno y ojos de relámpago.
Pero el Príncipe no se iba a dejar echar así nomás.
Peleó valientemente contra todos. Y los vigilantes se escaparon por una ventana. Y las tías se escondieron aterradas debajo de la alfombra. Y los cocineros se treparon a la lámpara.
Cuando el Príncipe los hubo vencido a todos, preguntó al Emperador:
–¿Me deja casar con su hija, sí o no?
–Está bien –dijo el Emperador con voz de laucha y ojos de lauchita–. Cásate, siempre que la Princesa no se oponga.
El Príncipe fue hasta la ventana y le preguntó a la Princesa:
–¿Quieres casarte conmigo, Princesa Sukimuki?
–Sípi –contestó la Princesa entusiasmada.
Y así fue como la Princesa dejó de estar quietita y se casó con el Príncipe Kinoto Fukasuka. Los dos llegaron al templo en monopatín y luego dieron una fiesta en el jardín. Una fiesta que duró diez días y un enorme chupetín. Así acaba, como ves, este cuento japonés.